domingo, 13 de septiembre de 2009

El origen del hombre

[De Revista de Occidente 17 (1964) 146-173]

Bibliografía Oficial #54

El problema del origen del hombre ha sido hasta fines del siglo xix un problema casi exclusivamente teológico. Pero sorprendentemente, este problema ha entrado en una nueva fase, en la fase de la ciencia positiva. La paleontología humana y la prehistoria han descubierto una serie de hechos impresionantes cuyo volumen y calidad han (le considerarse como transcendentales. Porque estos hechos científicos conducen a la idea de que el origen (leí hombre es evolutivo: el phylum humano arranca evolutivamente de otros phyla animales, y dentro del phylum humano, la humanidad ha ido adoptando formas genética y evolutivamente distintas, hasta llegar al hombre actual, único del que hasta ahora se ocuparon la filosofía y la teología. Ciertamente, la evolución humana es un tema que pertenece a la ciencia positiva. Pero planteado por los hechos, no puede menos de afectar a la filosofía y a la teología mismas. Dejando de lado, por el momento, el aspecto teológico de la cuestión, la idea del origen evolutivo de nuestra humanidad, a pesar de ser una idea científica, es. una idea que como otras muchas, se halla en la frontera de la ciencia y de la filosofía; constituyen problemas fronterizos, bifaces. Y en cuanto {147} tales necesitan ser tratados también filosóficamente. ¿Qué significa, qué es, filosóficamente, el origen evolutivo de nuestra humanidad?

I

En el orden somático, morfológico, del animal al hombre hay una estricta evolución. Sus mecanismos, alcance y caracteres podrán ser discutibles y son discutidos. Pero innegablemente existe una evolución morfológica que coloca al hombre en la línea de los primates antropomorfos, concretamente en la bifurcación entre póngidos y homínidos. Los antropomorfos póngidos conducen a los grandes simios: chimpancé, gorila, orangután; gibbon. Los antropomorfos homínidos, partiendo del mismo punto de origen que los póngidos, siguen una línea evolutiva distinta. Los paleontólogos llaman homínidos a todos los antropomorfos que forman parte delphylum al que pertenece el hombre. Los llaman así porque ha habido en este phylum antropomorfos que aún no son humanos, sino infrahumanos (aunque no simios, como lo son los póngidos); estos homínidos no hominizados son los ascendientes somáticos directos del hombre. Como la paleontología no dispone aún de suficiente número de restos fósiles, no puede describir con satisfactoria precisión, ni las formas de proliferación de los homínidos, ni el punto preciso de su hominizacíon.

Pero esta evolución somática innegable deja en pie otro hecho que necesita ser tenido en cuenta e integrarse en la evolución, si hemos de dar razón completa del fenómeno humano: la esencial irreductibilidad de la dimensión intelectiva del hombre a todas sus dimensiones sensitivas animales. El animal, con su mera sensibilidad, reacciona siempre y sólo ante estímulos. Podrán ser y son complejos de estímulos unitariamente configurados, dotados muchas veces de carácter signitivo, entre los cuales el animal lleva a cabo una selección respecto de su sintonía con los estados tónicos que siente. Pero siempre se trata de meros estímulos. A diferencia de esto, el hombre, con su inteligencia, responde a realidades. He propugnado siempre {148} que la inteligencia no es la capacidad del pensamiento abstracto, sino la capacidad que el hombre tiene de aprehender las cosas y de enfrentarse con ellas como realidades. Y entre mero estímulo y realidad hay una diferencia no gradual sino esencial. Lo que impropiamente solemos llamar inteligencia animal es la finura de su capacidad para moverse entre estímulos, de un modo muy vario y rico; pero es siempre en orden a dar una respuesta adecuada a la situación que sus estímulos le plantean; por esto es por lo que no es propiamente inteligencia. El hombre, en cambio, no responde siempre a las cosas como estímulos, sino como realidades. Su riqueza es de un orden esencialmente distinto al de la riqueza del animal. Por esto, su vida transciende de la vida animal, y las líneas evolutivas del animal y del hombre son radicalmente distintas y siguen direcciones divergentes. El animal, por ejemplo, es un ser enclasado, el hombre no lo es. Por razones psico-biológicas, el hombre es el único animal que está abierto a todos los climas del universo, que tolera las dietas más diversas, etc. Pero no es sólo esto. El hombre es el único animal que no está encerrado en un medio específicamente determinado, sino que está constitutivamente abierto al horizonte indefinido del mundo real. Mientras el animal no hace sino resolver situaciones, incluso construyendo pequeños dispositivos, el hombre transciende de su situación actual, y produce artefactos no sólo hechos ad hoc para una situación determinada, sino que, situado en la realidad de las cosas, en lo que éstas son «de suyo», construye artefactos aunque no tenga necesidad de ellos en la situación presente, sino para cuando llegue a tenerla; es que maneja las cosas como realidades. En una palabra, mientras el animal no hace sino «resolver» su vida, el hombre «proyecta» su vida. Por esto su industria no se halla fijada, no es mera repetición, sino que denota una innovación, producto de una invención, de una creación progrediente y progresiva. Precisamente donde los vestigios de utillaje dejan descubrir vestigios de innovación y de creación, la prehistoria los interpreta como características humanas rudimentarias. Seria el caso de la Pebble-culture (cultura de guijarros) de los australopitecos, de los que hablaremos después.

Pero esta irreductibilidad no implica una cesura, una discontinuidad, entre la vida animal y la humana. Todo lo contrario. Si se acepta la distinción entre mera sensibilidad e inteligencia que acabo de proponer, es verdad que el animal reacciona ante meros estímulos, y que el hombre responde a realidades. Pero tanto en su vida individual, como en su desarrollo específico, {149} la primera forma de realidad que el hombre aprehende es la de sus propios estímulos: los aprehende no como meros estímulos, sino como estímulos reales, como realidades estimulantes; tanto, que la primera función de la inteligencia es puramente biológica, consiste en hallar una respuesta adecuada a estímulos reales. El mero hecho de decirlo, nos muestra que, cuanto más descendemos a los comienzos de la vida individual y específica, la distinción entre mero estímulo y estímulo real se va haciendo cada vez más sutil, hasta parecer evanescente. Justamente esto es lo que expresa que no hay cesura entre la vida animal y la propiamente humana. No la hay en la vida individual, es sobradamente claro. Pero tampoco la hay en la escala zoológica. La vida de los primeros seres con vestigios somáticos, y tal vez psíquicos, de humanidad, los australopitecos, se aproxima enormemente a la vida de los demás antropomorfos. Por esto es tan difícil, y a veces imposible, saber si un fósil homínido representa o no un homínido hominizado.

II

Constituido el phylum humano por una inteligencia, hay en él una verdadera y estricta evolución genética, debida sobre todo a la evolución de las estructuras somáticas, pero también a la evolución del tipo de inteligencia, expresada en industrias caracterizadas por una unidad evolutiva casi perfecta. Es decir, que lo que hasta ahora hemos solido llamar «hombre», así en singular, en realidad aloja dentro de sí tipos de humanidad somática e industrialmente —es decir, somática e intelectivamente— distintos, producidos por verdadera evolución genética intrahumana. No se trata de hombres distintos tan sólo por su tipo de vida, sino de tipos estructuralmente distintos, tanto por lo que concierne a su morfología como por lo referente a sus estructuras mentales. De entre los puntos más salientes, bien conocidos, recordemos tan sólo algunos para dar mayor concreción a nuestras consideraciones.

1) Desde comienzos del cuaternario antiguo (villafranquiense), hace casi dos millones de años, aparecen los homínidos australopitécidos que parecen ser los primeros seres que poseen ya vestigios de caracteres humanos rudimentarios. El más antiguo conocido es el cráneo de Tchad. Posteriormente hay, por un lado, el grupo de los australopitecos africanos con sus diversas variedades; por otro, los australopitecos de Java. Se{150} extienden hasta bien entrado el cuaternario medio (el australopiteco telantropo y los de Palestina); son, junto con los de Java, la transición más próxima al tipo subsiguiente. En conjunto, constituyen un grupo bastante homogéneo. Tienen, salvo tardías excepciones, talla pequeña y un aspecto similar al de los póngidos: frente huida y faz ahocicada. Pero sus premolares son de tipo netamente humano y completamente distinto del de los póngidos. Han logrado la bipedestación y la posición erecta casi perfectas; su pelvis es ya de tipo humano. Con ello han quedado los brazos y las manos libres para la prehensión y la elaboración de útiles. Tienen, en cambio un cerebro alargado y bajo; un volumen craneal de 500-700 cc, notoriamente inferior al de los hombres posteriores, pero alto respecto de los póngidos en relación con su talla. Algunos, como el cráneo de Tchad, presentan sensibles diferencias con los demás. Recojamos, a título de «información», el recientísimo descubrimiento, por Leakey (1963-64), de un fósil del comienzo del cuaternario en Africa oriental, que ha denominadohomo habilis. Algunas de sus/estructuras son intermedias entre las del australopiteco y las del hombre subsiguiente; otras se emparentan más con las del homo sapiens. Sería, según esta idea, el antepasado directo del hombre posterior, mientras que los australopitecos constituirían una rama colateral de homínidos sin hominizar. Al homo habilis pertenecerían el cráneo de Tchad, los australopitecos de Palestina, así como el telantropo (que entonces ya no deberían llamarse australopitecos), y tal vez la «enigmática» mandíbula de Kanam. Todo ello está necesitado de más atento y minucioso estudio), antes de ser admitido. Los australopitecos fabrican hachas rudimentarias, si así pueden llamarse a los guijarros afilados Pebble-culture. Tomadas en larga perspectiva temporal, parecen presentar, según algunos (y a ello se inclina hoy la mayoría. de los investigadores), vestigios de innovación creadora, a diferencia de la fijeza y repetición características del instinto y de la imitación animales; denotarían, por tanto, una cierta inteligencia. De ser así, su transmisión de unos seres a otros del mismo grupo, sería un primer esbozo de auténtica sociedad y tradición, esto es, un primer esbozo de cultura rudimentaria. Estarían, pues, rudimentariamente hominizados, porque habrían comenzado a aprehender las cosas como realidades, cómo cosas que son «de suyo». Por el contrario, si no se admite que en su industria haya innovación creadora, entonces se trataría de homínidos no hominizados, que serían o bien los antepasados tal vez inmediatos del {151} hombre, o bien una rama colateral de hominidos que ha ido extinguiéndose. Para Leakey hay una cultura de guijarros que es creadora, pero su artífice no es el australopiteco (que también fabricó útiles de guijarros sin creación), sino el homo habilis.

2) Al comienzo del cuaternario medio, hace medio millón de años, los homínidos hominizados (sean australopitecos, sean homo habilis) han producido por evolución un tipo ya claramente humano: son los arcantroposcomo los llama Weidenreich. El tipo más antiguo es el cráneo de Modjokerto. Le siguen en orden de antigüedad, el pitecantropo y el sinantropo. Muy próximo a éste, si no anterior, tenemos la mandíbula de Mauer, y otra, la de Montmaurin, intermedia entre aquélla y la del hombre posterior. Algo más recientes son algunos restos de Africa oriental, afines a ciertas variedades de australopitecos. Aparece después el atlantropo de Ternifine (Argel). Finalmente, los hombres de Casablanca, Rabat, Témara y Saldanha. La raíz de estos arcantropos se halla, pues, en los australopitecos o en formas próximas (¿homo habilis?); y a su vez, los hombres de Mauer, Montmaurin y los de Marruecos y Saldanha, representan la transición a los hombres de tipo posterior. Los arcantropos tienen una dentición del mismo tipo que el de los australopitecos. Poseen un esbozo rudimentarísimo de mentón; maxilares sumamente fuertes; arcos superciliares enormes; un cráneo muy espeso con fuerte borde en el agujero occipital; su curvatura occipital es menor que en los tipos anteriores. Su cerebro tiende de la forma aplanada a la globular, desarrollándose hacia lo alto; sus circunvoluciones son aún muy pobres, pero superiores a las de los australopitecos; posee lóbulos frontales mayores, pero aún muy deficientes; hay probablemente predominio del hemisferio izquierdo; su volumen medio es 1.000 c. c. Tenían ya una industria lítica bifaz muy característica. No sabían encender el fuego, pero sí parece que sabían utilizarlo o conservarlo. No entierran a sus muertos. Pero el agujero occipital de sus cráneos está artificialmente agrandado, lo que parece indicar que vaciaban el cráneo, extrayendo el cerebro. ¿Se trata de un ritual antropofágico o simplemente de la conservación del cráneo como reliquia, tal vez, del difunto? Difícil decidirlo.

3) En el resto del cuaternario medio, hace unos doscientos mil años, aparece otro tipo humano somática y mentalmente distinto: el paleantropo (Keith). Este tipo humano evoluciona en diversas fases. El tipo más arcaico es el representado por los pre-neandertales (Steinheim, Ehringsdorf, Saccopastore) y los pre-sapiens (Swanscombe, y mucho más tarde, el hombre de {152} Fontchévade). Vienen después los neandertales clásicos extendidos por toda Europa, Asia y Africa. Los de Palestina quizá sean pre-sapiens. Finalmente, los que señalan la transición al tipo posterior: los hombres de Rhodesia, y el de Solo (descendiente del pitecántropo). En rasgos generales, su dentición es intermedia entre la del arcantropo y la del hombre posterior. Poseen un mentón menos acusado (y a veces hasta casi inexistente) en los más antiguos que en los más recientes; mandíbulas menos fuertes que las del arcantropo; cara más reducida, pero con maxilares ahocicados. El cráneo adquiere nueva orientación; pero, por regresión, posee menor flexión; frente huida y aplanada; arcos superciliares muy grandes; una curvatura mayor, que a veces le aproxima al hombre posterior. Los pre-sapiens poseen ya frente recta, casi sin arcos superciliares. Huesos mucho menos espesos. Su cerebro tiene un volumen de unos 1.425-1.700 c. c. que queda ya fijado; circunvoluciones más acentuadas; mayor desarrollo hacia lo alto; lóbulos frontales más acentuados, pero en general más pobremente desarrollados, muy por bajo del hombre posterior. Su cultura (cultura del paleolítico inferior) es típica. Estos hombres comienzan, unos, a tallar hachas mucho más perfectas que las bifaces anteriores, las típicas hachas de mano; poseen, otros, industria de lascas. Habitan al aire libre y en cavernas. Son nómadas, recolectores y cazadores. Utilizan el fuego. Probablemente se pintaban algo el cuerpo; y algunos objetos podrían interpretarse como amuletos. Parece que la caza iba acompañada de la demostración de trofeos, una demostración que tal vez tuviera carácter de rito de caza, indicador, por tanto, de cierta idea de poderes superiores. Entierran a sus muertos rodeándolos a veces de ofrendas, lo que denuncia una cierta idea de la supervivencia.

jueves, 8 de mayo de 2008

ORIGEN DEL HOMBRE

Origen del hombre

El genero humano es un recién llegado a la Tierra. No llevamos mucho tiempo aquí, en comparación con la larga existencia del planeta, pero sí más del que se suele pensar. Y periódicamente los científicos siguen encontrando nuevos fósiles y haciendo nuevas mediciones cada vez más antiguas.

Aegiptopiteco

Con el paso del tiempo se hallaron restos óseos (huesos) de seres que no eran totalmente humanos, aunque se parecían más a éstos que a los simios debido a la estructura de su esqueleto. Se les llamó homínidos, y representan una larga serie de especímenes que fueron antepasados (o ramas colaterales) de los modernos seres humanos.

Pero antes que aparecieran los homínidos, en la Tierra, al menos en algunos lugares de ella, campeaba la especie llamada procónsul.

En el Mioceno Antiguo africano, de 22 millones a 18 millones de años, se encuentra el género procónsul. Es el más antiguo y recuerda a los grandes primates vivos y al aegiptopiteco.

El procónsul era un cuadrúpedo de movimientos lentos, arborícola. Su capacidad craneana oscilaba entre 154 a 180 centímetros cúbicos y su dieta era frugívora. El principal yacimiento del proconsul es Rusinga (Kenia), en donde el medio ambiente se ha supuesto como un bosque tropical húmedo, oscilando hacia un medio más seco con arbolado difuso.

Considerado como antepasado de grandes simios y de humanos, el procónsul presenta, en general, una combinación única de caracteres entre mono y antropoide. Por ejemplo, los huesos del tobillo son estilizados, semejantes a los monos. El pulgar del pie es robusto, posee acetábulo grande y plano, caracteres semejantes a los antropoides.

Entre otras características, su muñeca es similar a la de los simios catarrinos: en ambos existe una articulación directa entre muñeca y cúbito.

Existe, sí, un debate sobre la determinación de su comportamiento, mitad arborícola y mitad terrestre (cuadrúpedo). Asimismo, presenta un dimorfismo sexual muy marcado.

Además del procónsul, se conocen cuatro géneros más. El micropithecus y el dendropithecus en Kenia occidental, donde coinciden con restos del procónsul. Sin embargo, el afropithecus y el turcanapithecus aparecen en el norte de Kenia, donde el procónsul es desconocido.

El dendropiteco era arborícola, pero adaptado a una marcha cuadrúpeda. Por otro lado, el afropiteco muestra un avance en la separación entre gibones y los grandes primates hominoides, que se calcula sucedió entre los 17 millones y 18 millones de años. En el Mioceno Medio nos encontramos con la supervivencia del proconsul hasta los 8 millones a 9 millones de años. A su lado se encuentra el kenyapithecus, que aparece en yacimientos keniatas datados aproximadamente entre los 16 millones y los 14 millones de años, y se tiende a considerarlo como el ancestro de varios homínidos, criaturas que eran más parecidas al hombre que al mono, del Mioceno, entre ellos del australopithecus.

Los homínidos más antiguos fueron los australopithecos. Se los encontró por primera vez en África del sur, y luego también en África oriental. Habitaban estas zonas un una época que va desde los 4 millones de años a los 2-1,5 millones de años. Pudieron tener la talla y la complexión bastante pequeña (1-1,50 metro de estatura y 30-60 kg.) y un cerebro (380-550 cc) no mayor que el de un chimpancé, pero caminaban erguidos y en dos patas como nosotros.

Australopithecus africanus
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En 1925, el paleontólogo Dart descubría en la gruta de Taungs, en el Transvaal, un cráneo infantil, en el que observó que algunos rasgos tenían un marcado carácter humano. Con mucha prudencia le denominó Australopithecus africanus. El descubrimiento de Dart pasó inadvertido. La mayoría de los investigadores creyeron que se trataba de un fósil de chimpancé joven. Pero once años después, el paleontólogo Broom descubría en la gruta Sterkfontein, en las inmediaciones de Pretoria, otro cráneo del mismo tipo, perteneciente a un individuo adulto. Desde entonces (1937) continuó la búsqueda de manera sistemática en África del Sur, hasta 1949. Gracias a ello se descubrieron un gran número de fósiles, cráneos y otros restos óseos que confirmaban las primeras conclusiones de Dart.

Los descubrimientos de la actividad humana primitiva, realizados en los yacimientos donde fue hallado el Australopithecus, no ofrecen dudas. El australopiteco representa probablemente el primer homo faber (hombre fabricante) conocido que tallaba ya los guijarros por una sola cara.

Es difícil eludir la tentación de suponer al australopiteco como origen de una raza humana que conduce al Homo sapiens, pero debemos resistir a ello. En efecto, la paleontología humana está condenada a observar únicamente un número limitado de individuos: unos pocos hitos repartidos en un espacio de varios centenares de miles de años. De la evolución de los homínidos nunca se podrán conocer más que unas pocas etapas determinadas.

Hace 2,4 millones de años aparecía el Homo habilis ("hombre hábil"), primer integrante del genero Homo ("hombre" en latín), del cual formamos parte, y según los paleoantropólogos fue el primero en fabricar herramientas de piedra (las más antiguas datan de 2,5 millones de años). Caminaba erguido y tenía un cerebro mayor (500-800 cc) al de los australopitecos, aunque no su talla (1,40 m de altura y 30-40 kg.).

Australopiteco
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Por esta época tenemos dos géneros de homínidos coexistiendo en África. Un grupo de australopitecos y el genero Homo. Los australopitecos se dividían en dos especies: Australopithecus ("simio del sur") africanus, que era grácil y de talla más bien pequeña, y habitaba en África del sur; y Australopithecus robustus, que eran más corpulentos y habitaban África oriental. Ambas especies eran principalmente recolectoras, y comían raíces y frutos duros. Del genero Homo estaba el Homo habilis, habitaban en el África oriental, y eran carroñeros y recolectores.

Todos estos primeros homínidos eran de poca talla. No aparecen grandes homínidos hasta hace 1,6 millones de años, época en que entra en escena el Homo erectus (hombre erecto). Este pitecántropo (mono-hombre) fue el primero en extenderse más allá de África, llegando a aparecer en Asia continental (China) e insular (Java), Europa y Medio Oriente. El Homo erectus ya tenía un cerebro bastante desarrollado (750-1.250 cc) y una altura y peso (1,5-1,80 m y 40-80 kg.) como nosotros. Hace aproximadamente un millón de años era el único homínido sobre la tierra, los demás se habían extinguido, y continuó siéndolo hasta hace unos 200 mil años.

El australopiteco se sitúa en el peldaño más antiguo y elemental. Los pitecántropos representan el peldaño siguiente y corresponden a un estadio de desarrollo síquico e intelectual más avanzado.

El primer descubrimiento de restos de un pitecántropo se remonta a fines del siglo pasado. Fascinados por el problema de la cuna de la humanidad, los sabios de la época emitieron diversas hipótesis.

Eugéne Dubois, durante su estancia en Indonesia como médico militar, en 1891-1892, encontró en la isla de Java un molar, una bóveda craneana, un fémur, un diente y un fragmento de mandíbula.

Dubois dio al individuo a que pertenecían estos huesos el nombre de Pitecanthropus erectus; es decir, “hombre-mono de pie”, y la estratigrafía permitió situar a éste a principios del pleistoceno medio, hace medio millón de años.

Homo habilis
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Mientras permaneció aislado entre los hallazgos de la paleontología, el pitecántropo de Java fue objeto de duras controversias entre partidarios y adversarios de la teoría evolucionista. Durante treinta años, varias expediciones se esforzaron en vano por descubrir nuevos restos de pitecántropo. Por fin, en 1921, el sueco Gunnar Anderson descubrió dos molares de aspecto humano entre los restos petrificados de diferentes mamíferos que llenaban las grietas y cavernas de Chukutien, en los alrededores de Pekín. En 1927, Davidson Black encontró allí mismo un nuevo molar, y en 1929 la primera bóveda craneana. Desde entonces, las excavaciones de estos yacimientos se sistematizaron y en 1939 fueron exhumados los restos de unos cuarenta individuos de todas las edades, que se les conoce con el nombre de sinántropos.

Durante mucho tiempo se creyó que el grupo de los pitecántropos podía ser localizado en los países del Extremo Oriente, pero en 1954 las excavaciones de los yacimientos de Ternifin, en Argelia, permitieron exhumar tres mandíbulas y un parietal que ofrecían las mismas características del pitecántropo. El Atlanthropus mauritanicus era contemporáneo del sinántropo y sus restos aparecen siempre con abundantes objetos de sílex tallados por ambos lados.

Homo erectus cazaba
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Este último hallazgo ha movido a los investigadores a emparentar con el grupo de los pitecántropos al hombre de Heidelberg, cuya mandíbula superior fue encontrada en 1907 en Mauer, cerca de Heidelberg, y al hombre del Montmaurin, hallado en el sudoeste de Francia, cuya mandíbula manifiesta caracteres muy semejantes a los del Atlanthropus. La difusión de los pitecántropos ha correspondido, pues, a todo el Antiguo Continente durante casi trescientos mil años (todo el pleistoceno medio).

La mandíbula de Mauer (Heidelberg) se halló en un estrato prechelense, y el individuo que la poseyó tenía muy fuertes elementos pitecoides aunque su dentadura es perfectamente humana. En las exploraciones de 1928 se encontraron algunos restos más de este homo; carece de barbilla, tiene pómulos salientes, frente aplastada y huidiza, y seguramente las circunvoluciones craneales serían de gran sencillez.

Hace unos 600.000 años, la tierra entró en una serie de eras glaciales. Enormes capas de hielo llegaron a cubrir el norte de Europa, América y Asia. El nivel del mar llegó a descender hasta 90 metros por la acumulación de agua en los grandes glaciares que se formaron. El Homo erectus aprendió a dominar el fuego ya hace unos 500 mil años, descubrimiento muy importante para la supervivencia, como abrigo para el rudo clima imperante para la cocción de los alimentos (más digestivos que crudos).

Homo sapiens neardentalensis

El pitecántropo era pequeño, apenas llegaba a 1,60 metro, tenía la frente hundida, los arcos superciliares muy salientes y las mandíbulas prominentes. Vivía de la caza, mejor dicho, de la caza con trampa, pues utilizaba en realidad la zanja.

La mayor parte de su industria lítica —sílex de dos caras—, más que para el combate era utilizada para trabajar la madera y descuartizar animales. Sus armas eran, sobre todo, hachas, mazas, arpones y jabalinas. Por otra parte, han sido halladas pruebas de una artesanía ósea y de astas de cérvido.

En las cavernas de Chukutien se ha encontrado carbón de madera, cenizas y vestigios de fuego. El sinántropo conocía, pues, el arte característicamente humano de “domesticar” el fuego. Ello nos lleva a la memoria el mito griego que cuenta cómo los hombres se prosternaban ante el fuego robado a los dioses por Prometeo.

Hace unos 200 mil años, los primeros homínidos con cerebro tan grande como el nuestro evolucionaron a partir del Homo erectus. Era el hombre de Neanderthal (Homo sapiens neanderthalensis), que habitó en Europa y Medio Oriente. Sus características faciales y corporales estaban especialmente adaptadas al frío. Tenían los labios más gruesos y eran más bajos que nosotros, y su cerebro era mayor (1.600cc) al nuestro (1.400-1.500cc).

Hombre de Cro.Magnon
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El tercer peldaño de la evolución humana es el hombre de Neandertal que, por su desarrollo cerebral, su género de vida y su capacidad inventiva, está más próximo del homo sapiens que del pitecántropo. Se le conoce desde mucho antes que sus predecesores, puesto que en 1856 los restos de un hombre de esta raza fueron descubiertos por unos obreros en los alrededores de Dusseldorf, en una cueva del valle de Neanderthal.

Hace aproximadamente cien mil años aparece en África el primer ser humano casi como nosotros, pero llamado Homo sapiens arcaico uhombre de Cro-Magnon. Treinta mil años antes los neandertales se extinguían y ya estaban los hombres completamente modernos, Homo sapiens, y unos 5.000 años más tarde el hombre ya habitaba todos los continentes del mundo a excepción de la Antártica.

Corría 1868 cuando, en una localidad francesa llamada Les Eyzies, ubicada en el departamento de Dordoña, se encontraron, en un abrigo rocoso llamado Cro-Magnon, restos fósiles humanos. Investigaciones posteriores comprobaron que tenían más de 40.000 años y que este era el representante más antiguo del homo sapiens sapiens; es decir, el primer ancestro del hombre moderno, cuyo desarrollo había comenzado en el periodo llamado Paleolítico superior (hace más de 600.000 años).

Cráneo humano, evolución

El cráneo humano ha cambiado drásticamente durante los últimos tres millones de años.

La evolución desde el australopithecus hasta el homo sapiens, significó el aumento de la capacidad craneana (para ajustarse al crecimiento del cerebro), el achatamiento del rostro, el retroceso de la barbilla y la disminución del tamaño de los dientes.

Los científicos piensan que el increíble crecimiento de tamaño del cerebro puede estar relacionado con la mayor sofisticación del comportamiento de los homínidos.

Los antropólogos, por su parte, señalan que el cerebro desarrolló su alta capacidad de aprendizaje y razonamiento después de que la evolución cultural, y no la física, cambiara la forma de vida de los seres humanos

La Evolución del Hombre

La Biblia indica que el hombre fue creado a partir de la nada, el sexto día de la Creación. El Corán - al igual que la Biblia - dice que el hombre apareció en la tierra de la nada y representa a Dios en su imagen y semejanza. Los budistas dicen que el hombre es la mezcla armoniosa del bien y del mal. Así podríamos mencionar muchas otras causas religiosas para la aparición del hombre. Estas causas fueron tomadas como únicas, irremplazables y absolutas por mucho tiempo. Aparecieron otras hipótesis más científicas con respecto a la creación del hombre, pero se alejaban bastante de la realidad. Es por eso que en su afán de encontrar una respuesta creíble, a la interrogante de cómo apareció el hombre en la tierra, Charles Darwin, un biólogo inglés, recorrió el mundo en busca de la respuesta a esta y muchas otras interrogantes. Todos sus trabajos están resumidos en su libro “El Origen de las Especies”. En él, Darwin postuló sobre su teoría de la aparición del ser humano, llamada Teoría de la Evolución, considerada hoy en día la más aceptada.

Darwin postuló que cada especie está entrelazada. Es decir, cada especie tiene alguna relación con otra especie. ¿Cómo es esto posible? Cada especie viene de otra, nació gracias a la existencia de otra especie. La especie original sufrió ciertas mutaciones en el orden físico y psicológico, cambiando y creando una nueva especie. Para que esto ocurra, se necesitan muchos cientos de años. A eso se le llama Evolución; al cambio que ocurre en una especie para adaptarse mejor al medio ambiente. Estos procesos son largos y rigurosos, pueden tardarse años y el ambiente - al igual que la especie - debe tener cumplidas ciertas características.

El hombre hizo lo suyo. Al igual que gran cantidad de especies, el mono, un primate cuadrúpedo capaz de utilizar ciertos elementos cómo herramientas, tuvo que cambiar para poder existir y sobrevivir en distintos lugares de ese nuevo mundo. Es por eso que el mono, posible sucesor de la musaraña, fue cambiando él mismo, al ir cambiando sus hábitos y al empezar a moverse por el mundo. Así en su afán de adaptarse correctamente al lugar donde habitó, fue evolucionando y cambiando, dejando distintas especies en distintos lados. Es así como un europeo - ser humano moderno viviente en Europa, antiguo territorio de los Neandertales - va a tener distintos rasgos que un africano, ser humano viviente en África, lugar donde antes habitaban los Australopitecus.

Así el hombre, cambiando de lugar e intentando adaptarse, ha ido cambiando, creando nuevas especies y tipos de humanos, dando origen a nuevos seres muy distintos entre ellos, con características físicas y psíquicas muy distintas. Cabe recalcar que el hombre no es la única especie que evolucionó. Millones de otros seres unicelulares y pluricelulares, superiores e inferiores, microscópicos y gigantes, todos o la mayoría de ellos, ha tenido que cambiar para adaptarse en este constantemente renovable mundo, para que, como postuló Darwin, sobreviva el más fuerte.

El Hombre: Paso por Paso

Antepasado común:

Hace 40 millones de años, los primates, uno de los muchos grupos de mamíferos que surgieron por primera vez en la época de los dinosaurios, estaban divididos en numerosas ramas. Se cree que una de ellas fue la de un primate bosquimano, que andaba en cuatro patas y que podría ser el antepasado común de los actuales monos.

La vida en los árboles hizo más flexibles los miembros delanteros de esos primates bosquimanos, que los de otros mamíferos, capacitándolos para saltar de rama en rama y agarrar las frutas y los insectos.

Ramapiteco:

Hace 14 millones de años, apareció un primate más evolucionado, el Ramapiteco, que se mantenía en posición vertical.

Sus restos, hallados en las colinas de Siwalik, en la India, pertenecen probablemente al ser más antiguo entre los conocidos como predecesores directos del hombre. En África se han encontrado vestigios de otra criatura semejante.

Con su cerebro más desarrollado y unos miembros delanteros más perfeccionados, el Ramapiteco podía servirse de estacas y piedras para cometidos simples, tales como el de atemorizar a sus atacantes.

Australopitecus:

Era el primate del sur. Este nombre fue dado por el Profesor Raymond Dart en 1925 a un cráneo encontrado en una cueva. Cráneos similares y huesos fueron encontrados por el Dr. Robert Broom.

El australopitecus, era un individuo con mezcla humana y primate. El gran mono antropoide vivió en África oriental y meridional hace unos 5 millones de años. Se alimentaba de vegetales, poseía mandíbulas poderosas con las que podía comer raíces, frutas y semillas, las que compartía con toda la comunidad. Usaba palos y huesos para defenderse. Su cerebro no era mayor que el de los simios actuales, pero caminaba erguido y probablemente utilizaba herramientas. Estas primitivas herramientas eran instrumentos rudimentarios: huesos de los animales que comían o guijarros afilados.

El hombre de 1470:

Hace unos 2 millones de años, el hombre de 1470, coincidente durante algún tiempo con el australopitecus, surgió en África oriental. Deambulaba erguido y poseía un cerebro mas evolucionado que cualquiera de los otros grandes simios. Fue probablemente quien fabricó las primeras herramientas, golpeando una lasca para afilarla.

Homo Habilis:

Fue el primer homínido que utilizo herramientas, adquiriendo la habilidad de cortar y desgarrar la carne con la que se alimentaba. Habitó en orillas de lagos y ríos africanos hace unos dos millones de años. Tenía mayor capacidad craneal que los austolopitecus. Se han encontrado fósiles en varias regiones africanas, junto con las primeras herramientas primitivas.

Homo Erectus:

El más antiguo representante homo salió de África y se extendió por Asia y Europa. Se dedicó a la caza y vivió en ambientes como el bosque y las estepas. Descubrió el fuego, que utilizó para calentar alimentos, como iluminación y calefacción. Fabricó más y mejores herramientas. En África, el Homo Erectus fabricó sencillas hachas de manos; pero esta habilidad no llegó al sudeste de Asia, donde se fabricaban instrumentos más primitivos.

Su capacidad craneal era mayor que la del Homo Habilis. Su cráneo retenía los grandes bordes sobre la cuenca de los ojos y las mandíbulas salientes, características de los simios que fueron sus ancestros.

No se sabe si era cazador o carroñero. Vivió aproximadamente hace 1.600.000 años y convivió con el Homo Habilis y el Australopitecus.

Pitecántropus :

Un metro y medio de alto; se paraba erguido. Es el más parecido al ser humano moderno, dentro de lo que son los primeros seres humanos. Salvaje, caníbal, de poca inteligencia, con apariencia de primate. Existió hace aproximadamente 500.000 años.

Homo Sapiens :

Apareció hace unos 100.000 o 200.000 años, siendo el primero que enterró a sus muertos. Vivía en cavernas o al aire libre. Su cuerpo era más robusto y su cerebro más grande. Fabricaba y utilizaba herramientas. Existieron varios tipos de Homo Sapiens en Europa, África y Asia. Uno de ellos fue el Neandertal, llamado así porque sus restos fueron encontrados en el valle de Neander, en Alemania.

En Swancombe - Inglaterra - y en Steninheim - Alemania - se han encontrado fósiles que sugieren que la especie humana se remonta a una antigüedad de 200.000 años; sus cráneos se parecen mucho a los nuestros.

Hombre de Neandertal:

Fue sustituido, hace aproximadamente 35.000 años, por el Homo Sapiens moderno - Homo sapiens-sapiens - procedente de África. Su cerebro era más grande y más parecido al del hombre actual. Se caracteriza por técnicas más perfeccionadas en el trabajo de piedra y hueso, así como por nuevos desarrollos en el plano social, religioso y artístico, lo que demuestra un mayor nivel cultural. El hombre del paleolítico aún se trasladaba en busca de caza y pesca. A su paso dejaba representaciones en las paredes de las cuevas, lo que se conoce como arte rupestre. Se han encontrado fósiles pertenecientes a esta línea del hombre moderno en todos los continentes.

Se expandió por Europa, Siberia y el Norte de África, durante el último período glacial. Su cuerpo era corto y muy musculoso. Pero su cerebro era más grande que el del hombre actual.

Fabricó herramientas como el hacha de mano y el cuchillo; usaba el fuego; cazaba con lanzas de madera animales como los osos de caverna, mamut y rinocerontes; algunos eran caníbales. A los muertos los enterraban junto a algunas armas, por lo que se podría decir que tenían fe en la “otra vida”.

Una de las teorías que explica su desaparición, es que no fue capaz de adaptarse a los cambios climáticos.

Homo Sapiens-sapiens:

Apareció hace unos 35.000 años y es con quien comparten las características los humanos en la actualidad.

Sus armas y herramientas eran complejas y a menudo realizadas en materiales distintos a la piedra, como hueso, marfil y madera. Desarrolló las artes como la pintura en las cavernas, el tallado y la escultura.

Conclusión

La gran conclusión es que el ser humano ha cambiado y que a través de los años ha ido mejorando. Podemos destacar que el hombre pasó de ser un animal, a otro notablemente superior. Sin embargo, la Evolución es más que eso, mucho más. Marcó la historia del hombre para siempre, por el simple hecho que dio inicio a ella. Esta nos demuestra que nuestra especie tiene una larga historia aun inexplorada y con mucho por estudiar. Nos muestra también que el ser humano es menos de lo que pensábamos; pasamos de ser los Señores de la Tierra a una simple especie como toda otra, siempre luchando por sobrevivir, manteniendo un equilibrio.

El simple hecho de haber sido primates, para pasar por cientos de nuevas especies por incontables años, nos dice que nosotros, como el resto de las especies, vamos cambiando siempre para mejor.

Es posible que dentro de unos siglos más ya no seamos Homo Sapiens Sapiens. Tal vez esta condición sea sólo otro eslabón en la cadena evolutiva para una futura especie; un cráneo más en una lista interminable de cráneos en la repisa de un museo. Quién sabe, tal vez sólo seamos un peldaño para un futuro Homo Transendentalis.